martes, febrero 07, 2006

FURIA ISLAMISTA Y PÁNICO OCCIDENTAL

La sociedad occidental se muestra apocada ante la furia islamista. El patetismo alcanza su cenit cuando observamos como, amontonados y temblorosos, los ciudadanos daneses enarbolan carteles suplicando el perdón de los bárbaros. Igualmente, liderando la claudicación y el descreimiento de su europeidad, nos encontramos con Zapatero aliado con el turco Erdogan, constituidos en abajo firmantes de un salvoconducto que, como comprobamos tras la quema de banderas españolas por parte de islamistas, no le servirá de nada. Realidad confirmada por la detención de terroristas yihadistas operando en España subsiguientemente al ataque del 11-M, tercos idealistas de una cruel yihad que no conmisera nuestro abandono de Irak.

En Occidente existe y se protege la libertad de expresión, ahora bien, tal derecho no concede licencia para vulnerar cualesquiera de los demás derechos que, también al amparo de nuestros estados, están protegidos. Por eso, educados en el Estado de Derecho y por tanto en el respeto a los demás, podemos entender que algunas caricaturas, artículos, etcétera, pueden vulnerar el honor o la imagen de personas individuales o colectivos determinados. Ahora bien, para salvaguardar a las personas y sus derechos existe la ley y su consecuente autoridad, no la barbarie. Por eso, el problema no está en denunciar que lo que ha pasado ahora con la caricaturización del Profeta Muhammad –y que es ampliado por la bárbara respuesta islamista– ya pasó antes con el judaísmo y/o el cristianismo. No. Aquí conviene señalar que judíos y cristianos, cuando sentimos vulnerados nuestros derechos ante quienes consideran el insulto religioso una muestra de laicismo, no acudimos al fuego, apelamos a la ley: estamos civilizados.

La comunidad musulmana de Dinamarca, si de verdad reclama respeto, que acuda a los tribunales en defensa de una libertad religiosa protegida por el Estado danés y que, por cierto, no es recíprocamente aplicada en los países con gobiernos islámicos. Sin embargo, y como denunciaba desde las páginas de EL MUNDO don Gustavo de Arístegui, han preferido realizar una campaña de agitación potenciada convenientemente por los servicios secretos de Siria e Irán, justo cuando inquieta el rearme nuclear iraní (opinión apuntada por don Federico Jiménez Losantos) Dicha campaña de agitación, lejos de ir dirigida exclusivamente contra un torpe diario o una obtusa caricaturización, generaliza la culpa contra todo Occidente, tierra de infieles susceptible de conquista. Y así, todos somos culpables de revelar el rostro de Muhammad, como lo somos de consentir la igualdad de las mujeres, permitir el alcohol, los vicios, y, en definitiva, de nuestra pecaminosa y desviada existencia. Para los islamistas todos debemos arder en el infierno que la yihad extenderá por la tierra, y como iniciación queman nuestros símbolos nacionales y territoriales: banderas y embajadas.

¿Y qué hace Europa? Inacción. En vez de mostrar una postura firme ante los gobiernos que mandan cuatro policías en defensa de las legaciones diplomáticas occidentales, se calla y actúa aturdida; o se extravía con discursos a lo Zapatero. ¿Para qué sirve Europa sino está unida en su propia defensa? ¿Comprenden ahora una de las causas de la poca aceptación de una idea europea que ni nuestros propios gobiernos defienden? ¡Cómo vamos a votar por una Europa débil y descreída de sí misma! Los islamistas nos culpabilizan colectivamente y nosotros entablamos debates sobre nuestro propio derecho a expresarnos. ¿Y qué hay del derecho y necesidad de estar unidos? ¿Y del derecho a defendernos? La Unión Europea debería promover la retirada de toda representación diplomática en tanto en cuanto los gobiernos en donde se suceden las agresiones:

1º Puedan garantizar la seguridad de los delegados diplomáticos occidentales.

2º Se impliquen en rebajar la tensión de sus ciudadanos.

3º Promuevan el compromiso de los representantes religiosos para llamar a la calma y... ¿la convivencia y la tolerancia?

Occidente así lo quiere. Pero también, en Europa debemos tener claro que la defensa de los derechos tiene que ser LA DE TODOS LOS DERECHOS, incluidos los nuestros.

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