jueves, diciembre 07, 2006

CIUDADANO CURA

La reciente Instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal española ha escocido, reavivando, al viejo PSOE comecuras de finales de la IIª República. Y es que no es para menos, porque junto a las victimas del terrorismo, los defensores de la familia, la separación de poderes o la libertad de expresión y enseñanza, la Iglesia española considera necesario pronunciarse con claridad en unos temas que preocupan e incumben a todos los españoles. Y así, como cualquier elector responsable, y ante un momento político convulso de impredecible desenlace, el ciudadano cura arrima el hombro opinando sobre aquello de lo que es parte –la situación actual de España–, y cuyo futuro le preocupa.


Amigo, pero en qué momento se le ocurriría al ciudadano cura salir de la parroquia y mezclarse con sus conciudadanos, hablándoles de tú a tú sobre todo aquello que a la par de lo celestial igualmente les importa. ¡Sacrilegio imperdonable!; socialista, laico, si me apuras incluso masónico, pero sacrilegio al fin y al cabo. En todo caso, motivo de la reacción totalitaria larvada en el tuétano del socialismo, y emergida como sarpullido laicista con carácter físico de MANIFIESTO anti-católico.

La cosa está clara: cada vez que los alzacuellos se manifiestan irritan al Gobierno. Acto seguido, brota Álvaro Cuesta amenazando con cortar la financiación y relegar la enseñanza católica al ostracismo; o con extender forzosamente el virus de la nueva religión laicista por toda la sociedad, escuela incluida. ¡Qué me como a un cura, qué me como a un cura! Parece amonestar don Álvaro con semblante incendiario. Igualmente, no sería de extrañar que la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, girase visita al Vaticano para chivatearse de la díscola posición adoptada por la curia española; ya lo hizo con la COPE: ¡quemad a Federico, quemad a Federico! Es un comunicador ateo, es un ateo del... socialismo. Gritaba la vicepresidenta al único infeliz que se topó con ella: un ujier que sujetaba los papeles entregados por la ministra (¡las supuestas pruebas contra LA COPE!) apuntalado cansinamente sobre un cepillo, y aguantando acrobáticamente ‘la pava’ de un cigarrillo consumido, mientras pasmado escuchaba los gritos de una señora a la que no entendía ni papa. Mimética postura que adoptamos muchos cuando oímos desbarrar al socialismo gobernante a propósito de la libertad de expresión de la que también goza el ciudadano cura

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