viernes, septiembre 08, 2006

GALLARDONBULLA, CAPITAL VÍZNAR

Rubianes, el caganer antiespañol –que además de insultar a España colectiviza a la mitad identificándola con los asesinos de García Lorca– ha alcanzado una notoriedad inmerecida para su fofo talento. Y todo por culpa de Gallardón, personaje consciente del poco favor que disfruta entre los votantes madrileños, pero favorecido por un partido al que sin embargo permanentemente cuestiona y pone en solfa. Trayendo y quitando al charnego caganer, Gallardón propicia la dinámica que más place a la izquierda: el guerracivilismo. Como si no tuviéramos mayores problemas en Madrid que ocuparnos de un escatológico y apaniguado titiritero...

Pero el lío está formado. Presurosa, la SER cobija al caganer antiespañol favoreciendo su acostumbrada monserga de que-mala-es-la-derecha-asesina-de-García Lorca. Lo habitual: que si libertad de expresión; que si Gallardón es forzado por el sector más extremo del PP; que si Madrid es el bastión más ultra con Esperanza de líder. Marejada y vientos de componente nordeste. Y en la borrasca, el alcalde desaparece y no defiende ni su primigenia idea de traer a Rubianes, ni la resultante paralización de su inicial y brillante ocurrencia. Blandea dejando al PP, una vez más, a los pies de los burros: Carod Rovira comenta que se asesina de nuevo a García Lorca; y con la música de fondo de prepárate va a estallar el Obus, que acompaña a la inefable Ministra de Cultura cada vez que abre la boca, doña Carmen Calvo corteja a la anti-España protegiendo a Rubianes en el ejercicio de su libre y fisiológica expresión: “me cago en la puta España” manifestó el titiritero. Almodovariano todo.

Ahondando en lo escatológico, el otrora Rey del pollo frito confiesa su cesantía en la lucha contra la piratería. Por eso Ramoncín, después de erigirse en canónigo –de canon– defensor del robo-impuesto por posible fraude en la utilización de los CD’s (comprar un CD nos convierte en sospechosos de utilización ilegal), y tras mantener enfrentamientos con los desechos de la profesión (discutió con Joaquín Sabina) decide que perro no muerde perro. Y es que luchaba contra los elementos. Los elementos que suelta Caldera en Madrid y que, sin dinero papeles o expectativas, son la mano de obra esclava de las mafias en piratería. Una piratería que, dicho sea de paso, triunfa en una economía de mercadillo ante el alto precio de unos CD que ceban a los Ramoncín, Sabina o Rubianes. También contribuye la piratería a desbrozar de parásitos del canon los estudios de grabación, pues muchos tienen que volver a salir con la furgoneta tocando de pueblo en pueblo recibiendo botellazos de orín como Ramoncín (permítanme la rima) En fin, la piratería, en algún sentido, incluso cumple su función. Qué habría sido de naciones como Inglaterra sin la existencia y favor de la piratería. Ramoncín era poco pollo para tanto arroz.

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