
Al etarra que se enfrenta con la Guardia Civil lo menos que le puede pasar, poniéndose tonto, es que le rompan una costilla o dos; lo más, que le metan algún tiro para el cuerpo. Igor Portu, prototipo del cobarde etarra que sólo se atreve a atacar inocentes por la espalda, corrió despavorido ante la presencia de la Guardia Civil. Los beneméritos agentes del grupo antiterrorista denominado GAR (Unidad que lleva años entrullando cobardes de la jaez de Portu y bastardos similares) no dudaron ni un minuto en su manera de actuar: a la gallina que corre, manotazo y al suelo; frente a la resistencia sin armas la cosa está clara: un par de galletas lo arreglan todo (la ley, además, ampara su actuación: congruencia, oportunidad y proporcionalidad de la acción en respuesta de una agresión. De diez)
Ahora bien, escuchando y leyendo a periodistas de mesa camilla durante estos días, pareciera que en vez de guardias contundentes con los delincuentes más peligrosos (que son capaces de volar la T-4 de Barajas, o de dejar –caso de la delincuencia común– al empresario José Luís Moreno en un estado calamitoso), con lo que debería contar España para luchar contra ETA es con una especie de monjes shaolin expertos en reducir terroristas con la técnica denominada del dedo interruptor: técnica consistente en una ligera presión en la zona occipital de la cabeza del sujeto –a modo de botón– que le ocasione un desconecte automático de toda función motora. Y así, tras pulsar los guardias el clic de tan gallináceo etarra, éste se desplomaría sin fuerzas procediendo los agentes a envolverlo para regalo al Juez de la Audiencia Nacional de turno. Qué bonito el regalito.
Ahora bien, escuchando y leyendo a periodistas de mesa camilla durante estos días, pareciera que en vez de guardias contundentes con los delincuentes más peligrosos (que son capaces de volar la T-4 de Barajas, o de dejar –caso de la delincuencia común– al empresario José Luís Moreno en un estado calamitoso), con lo que debería contar España para luchar contra ETA es con una especie de monjes shaolin expertos en reducir terroristas con la técnica denominada del dedo interruptor: técnica consistente en una ligera presión en la zona occipital de la cabeza del sujeto –a modo de botón– que le ocasione un desconecte automático de toda función motora. Y así, tras pulsar los guardias el clic de tan gallináceo etarra, éste se desplomaría sin fuerzas procediendo los agentes a envolverlo para regalo al Juez de la Audiencia Nacional de turno. Qué bonito el regalito.
Sin tonterías. Busquen al experto más experto de todos los expertos en Artes Marciales (que son artes de guerra) y pregúntele cuál es la técnica más eficaz para reducir rápidamente a una persona. A poco que busquen, la respuesta no podrá ir en ninguna otra dirección que la que conecte estrechamente la rapidez de la reducción con la contundencia de la acción. Por eso, a mayor contundencia en la acción –y por tanto mayor rapidez, y por tanto mayor eficacia– para reducir a un sujeto violento que se resiste, el daño producido (según la zona del impacto) habrá de ser indefectiblemente mayor. Es decir, que si los guardias civiles no quieren enzarzarse en una melé de mamporros y patadas recordando las peores imágenes vistas en televisión procedentes de EEUU, lo que tienen que hacer es reducir al delincuente (en este caso etarra) de una manera rápida, contundente y por tanto eficaz. Y así, si queremos que todo esto se reproduzca de la manera anteriormente relatada, que es la manera más escrupulosamente profesional que se me ocurre, respetuosa además con la legalidad vigente, el benemérito maestro del Kun-fú que el otro día redujo al etarra actuó de una manera impecable. Bruce Lee no lo hubiese hecho mejor. Lo que pasa, señoras y señores, es que una hostia bien dada en la base de las costillas flotantes, a la vez que te deja automáticamente sin aliento y sin fuerzas, despanzurrado ignominiosamente sobre el suelo de Euskal Herría (que escribirían estos gallináceos gudaris de pies para qué os quiero), pues también, qué cosas, te puede romper algún hueso que otro. Que es lo que ha certificado oportunamente el médico forense ante la imposibilidad de encontrar al veterinario de guardia: la absoluta efectividad de la técnica marcial empleada por el shaolín verde. Aplausos para él y que le suban de cinturón.