Adivinen quien dijo del cacique venezolano lo siguiente: “Chávez siempre fue un golpista... No sólo se es autoritario cuando se ejerce el poder por los votos... El autoritarismo se puede ejercer incluso cuando se tiene la mayoría, porque se liquidan las libertades, no se respetan las reglas del juego o no se respeta el funcionamiento de las minorías”. Quien tan certeramente radiografió el régimen que padece el pueblo venezolano fue un ex presidente del gobierno de España: Felipe González Márquez.
No soy original al escribirlo, pero no por reiterativo deja de ser cierto que el gobierno radical-socialista de Rodríguez Zapatero es de una imprudencia descomunal. Sólo al que asó la manteca se le ocurriría establecer una relación deferente con uno de los regímenes, en unión del cubano, más autoritarios de Latinoamérica. Suministrar armas al coligado del dictador Fidel Castro, más allá de que pueda molestar a los norteamericanos, es favorecer la desestabilización de una de las zonas del mundo más sensibles; contribuyendo, además, a reforzar la bota bolivariana que oprime Venezuela.
Sin negar que el golpista Chávez alcanzase el poder en 1998 por sufragio universal, el despotismo bolivariano ha transformado Venezuela en una dictadura constitucional, amenazando gravemente las relaciones con sus vecinos, y causando convulsión internacional con graves repercusiones en la economía de la zona.
Con Chávez en el poder la violencia en la sociedad venezolana se ha disparado. Si antes las cifras arrojaban un resultado de 4.500 asesinatos al año, ahora se alcanza la descomunal suma de 11.000 muertos anuales. La Venezuela bolivariana tiene el dudoso honor de ser la segunda nación más insegura de latinoamericana, precedida sólo por Colombia. La Revolución Bolivariana ha fagocitado el Estado de Derecho, siendo copados los puestos de los distintos poderes públicos por incondicionales chavistas constituidos en una especie de súper Poder Ejecutivo que controla los diferentes ministerios. Así, la represión de la disidencia se efectúa tan impunemente como quedó expuesto en la represión de las manifestaciones del 27 de febrero, las cuales dejaron un saldo de más de mil quinientos heridos, numerosos desaparecidos, fallecidos y presos políticos confinados en las cárceles sólo por pedir la convocatoria de Referéndum Revocatorio presidencial. La comunidad internacional presenció estupefacta las imágenes de la brutalidad policial y militar, provocando la repulsa de organismos internacionales (OEA, ONU, Centro Carter, Convención Americana de Derechos Humanos, Sr. Otto Reich, Sr. Charles Sapiro, Embajador de EE.UU. en Venezuela, juntos a otros organismos internacionales) los cuales redactaron un documento que exponía: “graves violaciones de los derechos humanos”; “represión del Estado (...) desproporcionada y violenta”; “el régimen mostró con toda su crudeza su cara dictatorial”; “con total desprecio (...) de los más elementales derechos humanos”.
Cuando Chávez alcanzó el poder en Venezuela, los primeros en alegrarse fueron los narcoterroristas colombianos de las FARC. La coincidencia ideológica de ambos movimientos revolucionarios ha sido confirmada por prestigiosos periodistas colombianos, los cuales relataron la estrecha y visible colaboración del gobierno venezolano y las FARC. Tanto las FARC como el ELN forman parte de una confederación “bolivariana” cuyo líder es Chávez. No en vano, el Gorila Rojo tiene como guía intelectual al académico Heiz Dieterich, quien ha calificado a los narcoterroristas colombianos como de “fuerzas progresistas”. Con la llegada de Chávez y su apoyo a la FARC, las tensiones fronterizas entre Venezuela y Colombia alcanzaron cotas peligrosas. Episodios como la captura de Rodrigo Granda, encargado de las relaciones internacionales de las FARC, que provocó un cruce de declaraciones extremadamente tenso al declarar Colombia que había sido apresado en su territorio, y manifestando el gobierno de Venezuela que fue producto de una operación secreta efectuada en Caracas, hizo temer lo peor.
Explicados todos estos puntos, lo menos conveniente para el delicado equilibrio de la zona sería favorecer la balanza hacia el lado del militarista Chávez, apadrinando un suministro de armas como pretende el Gobierno radical-socialista de Rodríguez Zapatero. Ver al Ministro Bono estrechando la mano del Tejero venezolano, sino produjera tanto miedo provocaría repugnancia.
domingo, noviembre 27, 2005
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