Se lee y escucha en diferentes medios de comunicación escrita o leída que nuestros militares atacados hoy en Afganistán han muerto o, igualmente, que han perdido la vida. Pero un momento, colegas, oíd con las orejas o leed a través de vuestros ojos: aquí los soldados de la patrulla española desplegada en Afganistán para la lucha global contra el terrorismo no ‘han muerto’ de nada –como si estuviésemos hablando de la conclusión de un proceso canceroso–, y por supuesto tampoco ‘han perdido' cosa alguna: la vida o algo similar (iban dando un paseo y perdieron –o se les calló del bolsillo– la vida; ¡menuda imbecilidad!) A nuestros soldados LOS HAN MATADO. Es decir, han sido atacados por unos cabrones terroristas que han declarada la guerra al Occidente del que formamos parte. Punto.
Y aparte. Porque nos menos importante de numerar es escribir que quienes hoy matan a nuestros soldados en Afganistán, también atacaron y mataron a los soldados de otras naciones en Irak o Israel, convirtiéndonos por tanto en HERMANOS DE SANGRE. Tributo derramado, repito, en la lucha contra un enemigo común –el terrorismo yihadista– que nos ha convertido en aliados nos guste más o nos guste menos. Circunstancia fundamental cuya importancia no deberían minusvalorar los sofismas dialectales de los sectarios periodistas de turno. Ya que el respeto mutuo de quienes han derramado su sangre por una misma causa no se demuestra con enfermizas y torpes poses juveniles: no levantarse ante el paso de la enseña nacional que arropa al pueblo –que no Gobierno– cuyos hijos unen su sangre a la de los nuestros, y cuyos padres entremezclan sus lágrimas. Consecuentemente, nadie debería ser ingrato con nuestros aliados –y menos que nadie un presidente de gobierno– atrapado por unos cálculos electorales de muy corto plazo. Pues la consecuencia de quien se ha comportado tan sectariamente (sembrando y abonado el desprecio más insensato para con sus aliados llamando incluso a la deserción masiva), se recibe después en el edificio de una organización de naciones que se denominan unidas donde nuestro Presidente, pose hierática y nerviosa mezcla de vergüenza ajena y arrepentimiento, se halla más sólo que la one. Evidenciando, por tanto, que España está representa por un Presidente que ridículamente escudriña cualquier errante mirada que hocicada con la suya excite la tímida sonrisilla de compromiso, suficiente para ser fotografiada y vendida aquí en paletilandia: el país de los nacionalismos antiespañoles y el antiamericanismo más rancio. Donde una vez más se hace cierto aquello que siempre se dijo: no se recoge mas que lo que se siembra.
Y aparte. Porque nos menos importante de numerar es escribir que quienes hoy matan a nuestros soldados en Afganistán, también atacaron y mataron a los soldados de otras naciones en Irak o Israel, convirtiéndonos por tanto en HERMANOS DE SANGRE. Tributo derramado, repito, en la lucha contra un enemigo común –el terrorismo yihadista– que nos ha convertido en aliados nos guste más o nos guste menos. Circunstancia fundamental cuya importancia no deberían minusvalorar los sofismas dialectales de los sectarios periodistas de turno. Ya que el respeto mutuo de quienes han derramado su sangre por una misma causa no se demuestra con enfermizas y torpes poses juveniles: no levantarse ante el paso de la enseña nacional que arropa al pueblo –que no Gobierno– cuyos hijos unen su sangre a la de los nuestros, y cuyos padres entremezclan sus lágrimas. Consecuentemente, nadie debería ser ingrato con nuestros aliados –y menos que nadie un presidente de gobierno– atrapado por unos cálculos electorales de muy corto plazo. Pues la consecuencia de quien se ha comportado tan sectariamente (sembrando y abonado el desprecio más insensato para con sus aliados llamando incluso a la deserción masiva), se recibe después en el edificio de una organización de naciones que se denominan unidas donde nuestro Presidente, pose hierática y nerviosa mezcla de vergüenza ajena y arrepentimiento, se halla más sólo que la one. Evidenciando, por tanto, que España está representa por un Presidente que ridículamente escudriña cualquier errante mirada que hocicada con la suya excite la tímida sonrisilla de compromiso, suficiente para ser fotografiada y vendida aquí en paletilandia: el país de los nacionalismos antiespañoles y el antiamericanismo más rancio. Donde una vez más se hace cierto aquello que siempre se dijo: no se recoge mas que lo que se siembra.
Nuestros soldados muriendo allende los mares en defensa de unos principios democráticos y una bandera que no ondea ni en un tercio de la nación, y mientras tanto aquí quemando la foto de su Capitán general y Jefe del Estado: el Rey. Y es que si hasta el concepto de nación que antes tenía España ahora es tan discutido y discutible –como ZP dijo– ¿Qué es lo que defienden nuestros soldados en Afganistán que tanta vergüenza le da a nuestro Presidente aquí en el solar hispano? Ahora eso sí: tenemos superávit. De desvergüenza.
2 comentarios:
Tienes razón. Los han matado en la Guerra de zETAp. Un saludo.
Otro que te mando, compañero.
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