Adivinen quien dijo del cacique venezolano lo siguiente: “Chávez siempre fue un golpista... No sólo se es autoritario cuando se ejerce el poder por los votos... El autoritarismo se puede ejercer incluso cuando se tiene la mayoría, porque se liquidan las libertades, no se respetan las reglas del juego o no se respeta el funcionamiento de las minorías”. Quien tan certeramente radiografió el régimen que padece el pueblo venezolano fue un ex presidente del gobierno de España: Felipe González.
No soy original al escribirlo, pero no por reiterativo deja de ser cierto que el gobierno radical-socialista de Rodríguez Zapatero es de una imprudencia descomunal en su política exterior. Sólo al que asó la manteca se le ocurriría establecer una relación deferente con uno de los regímenes, en unión del cubano, más autoritarios de Latinoamérica. Por lo cual, suministrar armas (como intentó el ex Ministro de Defensa español José Bono con la venta de aviones militares a Chávez) precisamente al coligado del dictador cubano Fidel Castro, más allá de que pueda molestar a los norteamericanos, es favorecer la desestabilización de una de las zonas del mundo más sensibles; contribuyendo, además, a reforzar la bota bolivariana que oprime Venezuela amenazando con extenderse por Iberoamérica.
Sin negar que el golpista Chávez alcanzase el poder en 1998 por sufragio universal, el despotismo bolivariano ha transformado Venezuela en una dictadura constitucional, amenazando gravemente las relaciones con sus vecinos, y causando convulsión internacional con graves repercusiones en la economía de la zona.
Con Chávez en el poder la violencia en la sociedad venezolana se ha disparado. Si antes las cifras arrojaban un resultado de 4.500 asesinatos al año, ahora se alcanza la descomunal suma de 11.000 muertos anuales. La Venezuela bolivariana tiene el dudoso honor de ser la segunda nación más insegura de Iberoamérica, precedida sólo por Colombia. La Revolución Bolivariana ha fagocitado el Estado de Derecho, siendo copados los puestos de los distintos poderes públicos por incondicionales chavistas constituidos en una especie de súper Poder Ejecutivo que controla los diferentes ministerios. Así, la represión de la disidencia se efectúa tan impunemente como quedó expuesto en la represión de las manifestaciones del 27 de febrero, las cuales dejaron un saldo de más de mil quinientos heridos, numerosos desaparecidos, fallecidos y presos políticos confinados en las cárceles sólo por pedir la convocatoria de Referéndum Revocatorio presidencial. La comunidad internacional presenció estupefacta las imágenes de la brutalidad policial y militar, provocando la repulsa de organismos internacionales (OEA, ONU, Centro Carter, Convención Americana de Derechos Humanos, Sr. Otto Reich, Sr. Charles Sapiro, Embajador de EE.UU. en Venezuela, juntos a otros organismos internacionales) los cuales redactaron un documento que exponía: “graves violaciones de los derechos humanos”; “represión del Estado (...) desproporcionada y violenta”; “el régimen mostró con toda su crudeza su cara dictatorial”; “con total desprecio (...) de los más elementales derechos humanos”.
Cuando Chávez alcanzó el poder en Venezuela, los primeros en alegrarse fueron los narcoterroristas colombianos de las FARC (con quienes se acaba de reunir Chávez) La coincidencia ideológica de ambos movimientos revolucionarios ha sido confirmada por prestigiosos periodistas colombianos, los cuales relataron la estrecha y visible colaboración del gobierno venezolano y las FARC. Tanto las FARC como el ELN forman parte de una confederación “bolivariana” cuyo líder es Chávez. No en vano, el Gorila Rojo tiene como guía intelectual al académico Heiz Dieterich, quien ha calificado a los narcoterroristas colombianos como de “fuerzas progresistas”. Con la llegada de Chávez y su apoyo a la FARC, las tensiones fronterizas entre Venezuela y Colombia alcanzaron cotas peligrosas. Episodios como la captura de Rodrigo Granda, encargado de las relaciones internacionales de las FARC, que provocó un cruce de declaraciones extremadamente tenso al declarar Colombia que había sido apresado en su territorio, y manifestando el gobierno de Venezuela que fue producto de una operación secreta efectuada en Caracas, hizo temer lo peor.Explicados todos estos puntos, lo menos conveniente para el delicado equilibrio de la zona sería favorecer la balanza hacia el lado del golpista Chávez (una especie de Tejero que medró en la política), déspota como pocos que derrota peligrosamente hacia el totalitarismo más populista.
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Hugo Chávez Frías y Antonio Tejero Molina son dos militares golpistas que, malogrado el intento de alterar el orden democrático de sus países por la fuerza de las armas –las botas–, apostaron por la vía política para alcanzar el poder –los votos–. Por suerte para España, el incidente político de Tejero y su partido Solidaridad se saldó con un estrepitoso fracaso: obtuvo cincuenta mil escasos votos. Caso contrario de lo ocurrido en Venezuela, donde el gorila Hugo Chávez, como otrora sucediera en Alemania con similar populista de discurso también nacionalista y proyecto económico socialista: Adolft Hitler, tras un primer fracaso militar la posterior victoria en las urnas desató todo un proyecto totalitario.
La analogía entre Chávez y Hitler puede parecer exagerada al lector confundido por el trato cordial que dispensa nuestro Gobierno y sus apéndices mediáticos al ex golpista venezolano. En tal caso, me propongo enumerar algunos datos con sus pertinentes argumentos para contribuir a la desintoxicación rojogorilera.
Para sembrar el terror y conseguir el predominio en las calles de la Alemania anterior a la ruina nacional socialista Adolf Hitler organizó su fuerza paramilitar: las SA. Ellos fueron los garantes de que la revolución nacional-socialista predominase sobre los demás discursos, dedicándose para ello a repartir violencia y terror contra todos los adversarios políticos o aquel que, escaso del canon racial-ideológico propalado por los nazis, constituyera un estorbo para la revolución racial-socialista. El cenit del horror bárbaro se alcanzó la noche de los cristales rotos (Kristallnacht), donde los ciudadanos alemanes de religión o ascendencia judía fueron victimas de la barbarie estimulada por el siniestro mensaje hitleriano (que rima con bolivariano) Discurso de terror pardo que extendiéndose por las calles alemanas ahogaba las gargantas de la disidencia, camino hacía el genocidio nacionalsocialista que con Hitler había de venir.
Como hemos escrito anteriormente refiriéndonos al unihuevo austriaco, Chávez también llegó al poder por medio de las urnas tras un fallido golpe de Estado, circunstancia que sin embargo desvelaba muy a las claras el horizonte ‘democrático’ que podría esperarse de alguien como Hugo, el Gorila Rojo. Quien, de nuevo como el nazi Hitler, también contó con su guardia pretoriana particular (sus SA) formada por los llamados Círculos Bolivarianos, auténticos guardianes de la revolución bolivariana chavista. Una milicia estructurada en células bajo la dirección política del MBR200 (organización que agrupó a Chávez y su grupo golpista en 1992) para que desde cada esquina de cada calle, y en cada sitio de trabajo, exista un grupo que defienda y divulgue la Revolución: “todo el pueblo será bolivarianizado”. Lo quieran o no, cabría añadir, pues tal imposición de aceptar la “verdad” bolivariana incluye incluso a los extranjeros: Chávez amenazó con expulsar a quien “diga una afrenta contra el Gobierno” pues “a Venezuela se la respeta”, equiparando la nación con su régimen al más puro estilo totalitario.
Otro componente totalitario que nos recuerda a las SS hitlerianas lo encontramos en las Brigadas Zamoranas, auténtico ejército de reservistas cuya perspectiva está en alcanzar “un millón de componentes” adiestrados y aleccionados para la producción y defensa del país (sic); o su régimen, según la identificación que de ambos hace Chávez. Las Brigadas Zamoranas nacen con la pretensión de “controlar las Fuerzas Armadas desde abajo para neutralizar el poder militar que se le puede oponer; formar grupos armados y reacción social con los Círculos Bolivarianos en cada cuadra; e infiltrarse en las empresas, en la Pymes y las fábricas para formar los comités de reacción en las empresas y destruir lo que queda del aparato productivo” ha señalado el vicealmirante Iván Carratú.
En todo caso, lo que no cabe duda es que la democracia, tal como la entendemos en Occidente, está muy lejos de parecerse a lo implantado por Hugo Chávez en Venezuela. El secuestro de la voluntad popular entregado en las urnas se produce cuando la revolución aprisiona la libertad en un magma ideológico de obligada adscripción. Si un régimen necesita extender las bondades revolucionarias –bolivarianizar– con la protección de unos milicianos y reservistas armados, la democracia ha dejado de existir y la libertad sólo se consigue saliendo del país o con la muerte frente a un paredón de fusilamiento. Cuando un régimen carece de autoridad porque con sus actos ha perdido la legitimidad, tiene que valerse de las armas para someter a su pueblo. Hitler utilizó las SA, después las SS y también a la GESTAPO para convencer a su propio pueblo de las bondades de su ‘política’ (la cual desencadenó una terrible guerra mundial); Chávez utiliza los Círculos Bolivarianos y las Brigadas Zamoranas o el MBR200: pero la imposición totalitaria aplastando la democracia por la vía de las armas es en esencia la implementación del mismo principio anti-democrático de todas las dictaduras.